Oro en la competición, latón en la gestión


Un estudio recientemente publicado por la consultora PricewaterhouseCoopers indica que en 2012 la industria mundial del deporte moverá 141 billones de dólares. Sin embargo, su desarrollo queda amenazado al tratarse de un sector en el que las emociones, la imagen y la notoriedad son muy grandes y suponen una atracción irresistible para la aparición de dirigentes en busca de su rédito personal cortoplacista.

Los criterios modernos del management deben imponerse como remedio a una crisis que golpea con fuerza al deporte y que pone en riesgo la porción más social de esta actividad.

Los conquistadores romanos, en plena expansión de su imperio, llegaron a la península del Peloponeso hacia el siglo IV antes de Jesucristo. Fueron muchas las cosas que llamaron la atención a los recién llegados de las costumbres locales. Pero una de las más sobresalientes fue el extraño hábito, muy arraigado en todos los estratos de la sociedad, de efectuar actividad física sin que ésta estuviera específicamente ligada a la preparación de la guerra.

La escasa visión del gran imperio de la época supuso el enterramiento de los juegos deportivos de la región de la Arhaia Olimpia durante siglos, sometiendo a la humanidad a un periodo de constantes luchas y guerras que nos han acompañado hasta hace apenas 60 años, con el fin de la II Guerra Mundial.

LOS NUEVOS DIRIGENTES
Sería exagerado comparar aquellos tiempos con los actuales. Pero es verdad que de la actividad física que practicaban en el imperio griego y el mens sana in corpore sano recuperado por algunos filósofos renacentistas, a la todopoderosa industria del deporte actual las transformaciones de enfoque han sido totales. Los deportistas son ídolos, como lo eran antes. Pero los dirigentes no siempre se guían por las reglas de nobleza y limpieza que deben regir en la práctica deportiva.

La irrupción de los medios de comunicación, especialmente de la televisión, y la notoriedad de los logros deportivos han supuesto un auténtico cebo para empresarios y ejecutivos que intentan lograr imagen popular y minutaje en los clippings de prensa de manera rápida y directa. En los años dorados del negocio inmobiliario, prácticamente el 80% de los clubs de la primera división soportaron el aterrizaje ruidoso de empresarios del ladrillo.

Resulta obvio que un club deportivo o una competición no parece que necesiten nutrirse de buenos ejecutivos en un sector como el de la construcción. Los años, y la nueva Ley del Deporte del 90, pusieron un poco de orden y las estructuras comenzaron a profesionalizarse, estableciéndose planes de autofinanciación, creando políticas de marketing deportivo y patrocinios, y desarrollándose los derechos de imagen, tal que a imagen y semejanza del sector del entretenimiento.

Florentino Pérez –presidente del Real Madrid– llegó a afirmar que su gran rival no sería el Fútbol Club Barcelona, sino la multinacional Disney, en clara alusión a que el club que preside se posicionaba como una gran corporación del entretenimiento.

EXCESO DE TESTOSTERONA
Recientemente tuve la oportunidad de participar en un interesante seminario auspiciado por el Instituto Colombiano del Deporte y el Comité Olímpico Colombiano en Bogotá (Colombia). En un singular ejercicio de autocrítica los máximos dirigentes deportivos del país americano planteaban una profunda remodelación de sus estructuras deportivas, sobre todo desde el punto de vista de la gestión, con el objetivo loable de intentar réditos deportivos en las grandes competiciones internacionales.

Una de las conclusiones comunes fue el exceso de protagonismo de los dirigentes de federaciones e instituciones, no siempre acompañados del talento, talante y formación necesaria para ejercer un liderazgo eficaz. En otras palabras, un exceso de testosterona y ansia de notoriedad que casi siempre hacía perder la perspectiva de la verdadera misión que un dirigente deportivo debe de tener.

El caso colombiano es extrapolable a la mayoría de países del mundo. Y ya no digamos a los grandes estamentos del deporte, como pueden ser el COI, la FIFA o los boards de las grandes competiciones. No nos engañemos. Bajo el exquisito protocolo formal, muchas veces importado de las reputadas tierras suizas donde se hayan las sedes de la mayoría de estos estamentos, se esconden encarnizadas luchas de poder e intereses personales que no hacen más que convertir el deporte en un icono del poder y la política.

FORMACIÓN NECESARIA Y REGULACIÓN ESTRICTA DEL SECTOR
La lectura es clara. El deporte llega a mucha gente, y cuanta más audiencia y más dinero mueva, más feroz es la lucha por su control y manejo. También es cierto que la globalización y la necesidad de formación han llegado a esta industria tan particular.
Son también muchos los deportistas de elite que, ante la exigencia de la competición, descuidan su educación y recurren a estos programas para poder enfocar su trayectoria profesional en un sector que debería tener la obligación de darles la oportunidad de reciclarse hacia nuevas responsabilidades. Además las autoridades políticas, ante la dimensión de las cifras que se mueven, se dan cuenta de que el marco regulador debe de ser adaptado a los tiempos y actualizaciones del sector deportivo.

Fomentar la práctica deportiva, garantizar unos mínimos, establecer unas reglas que ahuyenten a los especuladores y mantener la infraestructura necesaria, son objetivos imprescindibles de este marco legal en cualquier país avanzado.

Autor:  Alfonso Noaín, IE Sports Management Club & Master Coordinador y profesor adjunto
 

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