El lado oscuro del azúcar
Afirmaciones
como el tabaco mata o fumar se asocia a mayor riesgo de cáncer son nociones que
hoy en día todo el mundo asume como ciertas, sea fumador o no. Por este motivo,
hay una serie de políticas públicas dirigidas a evitar este hábito. Sin
embargo, no siempre fue así. El control que ejercían las tabaqueras era tal que
no ha sido hasta recientemente cuando las autoridades sanitarias han tomado
cartas en este asunto y han desarrollado estrategias para proteger la salud de
los ciudadanos. Con el azúcar, ha ocurrido lo mismo, con la diferencia de que
las presiones de la industria azucarera no son tan conocidas. Ahora un estudio
científico saca a la luz los resultados de un análisis de 319 documentos
internos que revelan las argucias que este sector llevó a cabo en Estados
Unidos para intervenir en la agenda científica y evitar la reducción de este
alimento para reducir las caries infantiles.
Cristin
Kearns, del Instituto de Políticas Sanitarias de la Universidad de California
en San Francisco (EEUU), estaba cansada de asistir a conferencias o leer libros
donde no se incidía en la relación entre el azúcar y los problemas para la
salud. Su labor de investigación para poder echar por tierra sentencias como
que no hay vinculación entre el consumo de azúcares y las enfermedades crónicas
le llevó a localizar en 2010 una serie de registros que Roger Adams, profesor
emérito de Química Orgánica, había cedido a los archivos de la Universidad de
Illinois. En ellos había cartas, agendas de reuniones y otros informes
relevantes sobre dos instituciones de la industria azucarera que demostraban la
influencia de este sector en la investigación científica y en la política
sanitaria del país desde finales de 1960 y hasta mediados de los 90.
Cuando
Kearns vio estos documentos pensó que debía hacer algo más que leerlos. De esta
manera, junto con Stanton Glantz y Laura Schmidt, inició un análisis de estos
informes -que incluían más de 1.500 páginas de correspondencia entre los
ejecutivos de la industria del azúcar- y de otros documentos del Instituto
Nacional para la Investigación Dental (NIDR, según sus siglas en inglés)
perteneciente a los Institutos de la Salud de EEUU. Los investigadores
comprobaron en su revisión, cuyos datos publica ahora la revista Plos Medicine,
que la industria era consciente desde 1950 de que el azúcar dañaba los dientes
y que debido a que cada vez había más evidencia científica al respecto, se
empezaron a financiar investigaciones para buscar una estrategia, distinta a
una reducción del consumo de azúcar, eficaz para reducir las caries.
Los datos
Entre
1967 y 1970, la Fundación para la Investigación del Azúcar (una institución que
representaba al sector) ofreció 12.000 dólares (lo que vendría a suponer hoy
día unos 85.455 dólares) para unos 269 proyectos que a su vez eran financiados
por la industria del chocolate y pastelería con un presupuesto anual de 120.000
dólares (unos 854.558 dólares actuales). En estos trabajos se perseguía
encontrar una vacuna humana o el uso de enzimas para evitar las caries, ninguno
tenía por objetivo evaluar qué alimento generaba más daño al diente o cuál era
el efecto del azúcar sobre el esmalte.
"Esta
práctica es la que sigue realizando ahora la industria con otro objetivo:
intentar ocultar el vínculo entre el consumo de bebidas azucaradas y el
desarrollo de diabetes tipo 2 y la obesidad. Ahora siempre se habla de balance
energético, es decir, la culpa de que desarrollemos estas enfermedades se
achaca no a los alimentos que tomamos sino a que nos movemos poco. Además,
estas empresas afirman que todos los hidratos de carbono son iguales, algo que
no es cierto. Financian estudios sobre edulcorantes no calóricos, nunca
comparan sus productos con alternativas naturales. Publican mucho sobre lo que
les interesa sin que esté el enfoque óptimo del problema", explica Aitor
Sánchez, del departamento de Nutrición y Bromatología de la Universidad de
Granada y autor del blog Mi dieta cojea.
Pero
el estudio de Kearns, no sólo detectó un desvió de la investigación hacia
derroteros distintos al problema principal sino también la presencia de
'puertas giratorias'. El que había sido jefe del Instituto Nacional para la
Investigación Dental, Philip Ross, pasó en julio de 1968 a ocupar la presidencia
de la Fundación Internacional para la Investigación del Azúcar. Ese mismo
verano, esta institución trasladó sus oficinas principales de Nueva York a
Bethesda, donde se encuentran los Institutos Nacionales de Salud.
Un
año después Ross fijó una reunión para establecer las prioridades en la
investigación dental y el panel de expertos estaba formado por todos los
miembros del organismo público, el NIDR, salvo uno de ellos, un investigador
que había vinculado el consumo de azúcar con un mayor metabolismo de una
bacteria que terminaba generando caries.
Efectos
Estos
conflictos de interés derivaron en que la estrategia estadounidense publicada
en 1971 en el Programa Nacional de Caries Dental se basara en un 78% en las
prioridades que la industria había identificado en 1969. Esto derivó en que no
se tomara ninguna medida sobre el consumo de alimentos hasta 1980, año en que
por primera vez se propuso prohibir los productos cariogénicos de los colegios,
como medida para controlar las caries.
Sin
embargo, no ha sido hasta este año cuando se ha tomado una medida global para
frenar el consumo de azúcar. A comienzos de este mes, la Organización Mundial
de la Salud ha hecho públicas sus directrices en las que recomienda a los
adultos con un peso normal reducir la ingesta de azúcar al 5% de la ingesta
calórica diaria, lo que equivale a una cucharada sopera al día.
"Creo
que, incluso hoy, la industria alimentaria tiene influencia en la investigación
y hay conflictos de interés. Este artículo sobre el sesgo de la financiación
científica pone de manifiesto que la industria alimentaria es muy activa en la
publicación de los resultados que protegen sus intereses".
Como
señala otro investigador, Stanton Glantz, del Centro de Investigación para el
Control del Tabaco en San Francisco y autor también de este trabajo, "pensaba
que las compañías de tabaco inventaron las estrategias para hacer descarrilar
el trabajo científico, que luego han sido adoptadas más ampliamente por otras
industrias. Pero resulta que las azucareras estaban usando las mismas
estrategias en la década de 1960".
"Este
estudio demuestra que los poderes de la industria llegan hasta muy lejos,
influyendo en la toma de decisiones sobre políticas sanitarias", afirma
Maira Bes, del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la
Universidad de Navarra. No obstante, Bes no se sorprende por los resultados ya
que ella fue la principal firmante de otro trabajo que evidenciaba que los
resultados de numerosos estudios que analizaban el impacto del azúcar en el
peso variaban en función de quién había financiado el trabajo. "Vimos que
aquellas revisiones que tenían conflicto de interés eran cinco veces más
propensas a decir que no hay relación entre la ingesta de bebidas azucaradas y
la obesidad".
Todos
los investigadores consultados por este periódico señalan que la regulación que
existe sobre la relación de la industria con la investigación científica es muy
laxa. "Debería haber una política más clara y transparente por parte de
las autoridades. A veces hay omisión de estos conflictos de interés o hay puertas
giratorias complicadas", explica Bes.
Un
ejemplo en España es el de la nueva directora ejecutiva de la Agencia Española
de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición, Ángela López de Sá, cuyo
nombramiento fue denunciado por Izquierda Unida ante el Ministerio de Hacienda
por "problemas de incompatibilidad" y posible "conflicto de
intereses" ya que previamente había trabajado como directora de marketing
de Coca Cola.
"La
puerta giratoria no es exclusiva de la industria alimentaria, pasa también en
la energética o en la turística, está dentro de la corrupción de la
sociedad", afirma Sánchez quien señala que la normativa española sobre
regulación de la publicidad "la están haciendo las grandes empresas de
alimentos y bebidas. Porque el denominado Código Paos es una normativa sobre
publicidad infantil de libre adhesión y autorregulación. Y lo que vemos es que
el 70% de los anuncios en horario infantil la incumple".
Fuente:
EL MUNDO
Autora:
Ángeles López
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